En Tinieblas

La noche oprime mi pecho embriagado de angustia, inundado de llanto y preso de una soledad cruel. El frío casi polar es apenas advertido por este corazón que ha estallado en mil pedazos. Sé que no existe persona, suceso u objeto que evite mi frustración y me garantice alegría, o al menos tranquilidad. Soy apenas una mendiga hambrienta y perdida en un trayecto espeluznante del camino errante que elegí inconcientemente y del que ya no puedo desviarme. Pero estoy SOLA, y al recordar eso, se me hace más difícil, más triste, más tenebroso. Nadie puede recorrerlo por mí, pero ahora además he comprendido que no debo esperar la posibilidad de obtener compañía en mi llanto, apoyo en los desafíos que me toquen o un empujón cuando me quede estancada. Tengo que seguir aunque la noche y el frío me dificulten el paso, aunque me encuentre sola y mi mente me niegue una tregua, porque tan sólo a veces me ofrece un viaje al mundo perfecto de mi pasado, lo cual suele ayudarme tanto como hundirme (cuando recuerdo que ya no puedo “volver”). Necesito correr el riesgo de equivocarme, de fracasar, de morir en el intento de recuperar “mi vida”, de sentirme útil, capaz, plena… Quiero tomar las riendas, pero me frustro a cada instante. Hace años que me perdí, me siento atada, dependiente, inservible, ahogada en mi propio y necio llanto. Sin embargo mi alma vive en una constante sensación de agonía. Quiero vivir o morir de verdad. Me cansé de estar parada siempre al borde del abismo. Sé que es inevitable el dolor, los golpes, las frustraciones y el sacrificio, pero ya no lo tolero de esta forma constante, no me quedan fuerzas para seguir arrastrándome en este lodo nauseabundo.

Balises:

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